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ÁGORA | La izquierda ¿Cuál izquierda?

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Todo movimiento, sin importar signo o lo que reivindica, constituye una pluralidad de actores con sus respectivas corrientes, articuladas o no. En ese tenor, desde su inicio la izquierda política tuvo dos corrientes que compitieron entre sí con claras e irreconciliables diferencias en cuanto a la táctica política que, según ellas, eran las vías para superar el capitalismo. En tal sentido, la izquierda ha sido diversa. No una sola. Por eso, cuando los éxitos o fracasos electorales de particulares franjas de esa corriente política son sucesivos en una región resulta importante, políticamente, establecer el debido matiz sobre cuál de esas corrientes que triunfa o fracasa es que estamos hablando.

Las dos grandes vertientes de esa matriz ideológica/política fueron la rupturista o del cambio radical y la reformista o gradualista para superar el capitalismo. En Europa, la corriente reformista o “progresista” se hizo hegemónica desde el final de la segunda guerra mundial, la rupturista dejó de creer seriamente en que mediante la fuerza podía acceder al poder y en la práctica aceptó la vía electoral, convirtiéndose en reformista. En nuestra región, quedan diversos grupos esencialmente marginales que se dicen rupturistas, pero de hecho o, mejor, por la fuerza de los hechos, en esencia son igualmente reformistas, independientemente de sus discursos apegados a concepciones hoy fuera de tiempo y de utilidad práctica. Simplemente evitan discutir esta vital cuestión.

Una cosa les es común a ambas corrientes: ni ahora ni nunca, ninguna ha elaborado un proyecto de sociedad lo suficientemente claro que guía sus prácticas dentro o fuera del poder. A ese propósito, es interesante analizar el dato que las grandes discusiones e insalvables diferencias de los principales líderes de la primera experiencia socialista (la soviética) tuvieron como telón de fondo el tema económico o las opciones que orientarían la economía. Y es que la posición que se tome sobre ese tema determinaría el modelo de sociedad deseado y en los actores o sujetos sociales en que este descansaría. En este tiempo, eso sigue siendo el gran tema de los procesos que mundialmente impulsen o impulsan las fuerzas de izquierda o progresistas…

¿Cuáles serán las opciones económicas, cuál será el modelo de sociedad y los sectores sociales en que se apoyarán los últimos tres procesos calificados de izquierda surgidos en esta región? El que se inicia en Chile es incuestionablemente de izquierda reformista, pero el hondureño y el iniciado en Perú, dado los abigarrados o ambiguos discursos de algunos de sus dirigentes claves, son de difícil caracterización. El primero, por su contexto y fuerzas en que se asienta, tendría mayor posibilidad de definirse en torno a las preguntas planteadas, a los segundos les resultará mucho más difícil. Cuando de izquierda se habla es pertinente preguntarse: ¿cuál?

La opción de defensa a los derechos de las mayorías marginadas en sus respectivos países, y el hecho de haber alcanzado el poder a través de las elecciones, es algo en que se asemejan, pero la madurez de las propuestas de cambio y de varios sectores políticos que las impulsan, la tradición de lucha de estos sectores, las posiciones sobre algunas cuestiones relativas a valores del marxismo e, incluso, sobre experiencias concretas de poder en cursos en países vecinos, marcan diferencias de forma y contenido entre el proceso chileno, el peruano y el hondureño, sobre todo entre el primero y este último. Por consiguiente, en la discusión sobre el significado de qué se entiende por izquierda, de los tres casos citados, el chileno es el que mayores expectativas genera.

Ello así, porque ese país repite ahora una experiencia intentada hace casi 50 años, en medio de la guerra fría y en plena discusión con las posiciones rupturistas que entonces campeaban en esta región. Tiene una potencialidad notable para abrir el camino hacia una experiencia de cambio inédita, sin pretender erigirse en única, que conduciría hacia la instauración de un modelo económico que grave fuertemente la gran propiedad, que logre promover la inversión y producción de riqueza, al tiempo de ser alta y justamente redistributivo. Otras experiencias de izquierda en otros países de la región tienen sus puntos claros y oscuros en su paso por el poder, todas ellas con claras diferencias por sus particulares tradición de lucha y de la madurez de sus dirigentes.

La pertinencia de establecer estas cuestiones es esencialmente política, no académica, sirve para calibrar mejor los gobiernos progresistas que recurrentemente asumen y dejan el poder en esta región. Sirven para atemperar o atesorar algunas expectativas que sobre ellos nos hagamos y para evitar las generalizaciones fáciles, además las inútiles descalificaciones simplistas de algunos que, careciendo de propuestas e inmersos en la nulidad política, aducen que casi todas “son más de lo mismo”.

César Pérez
Sociólogo

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