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Retiro del proyecto de reforma fiscal consecuencia de la desvergüenza nacional

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Por Juan Manuel García

Cuando el presidente Luis Abinader anuncia y actuando en consecuencia, retira el llamado Proyecto de Ley de Modernización Fiscal, lo hace a plena conciencia de que cuenta con la legitimidad para hacerlo. Como estaba consciente de que tenía esa misma autoridad cuando lo sometió ante los diputados.

Juan Manuel García
Periodista

Muchos observadores interesados de mentalidad aviesa sintieron la necesidad politiquera de creer y empeñarse en hacer creer a los demás, que Abinader y su partido harían pasar ese proyecto a la velocidad que otorga, no sólo la legitimidad, sino la comodidad que también otorga disponer de una mayoría absoluta entre los diputados, y también entre los senadores. Y el total control numérico de la Asamblea Nacional, como tal.

El presidente Luis Abinader envió al Congreso Nacional vía Cámara de Diputados un proyecto de Ley de Modernización Fiscal que el país ha discutido como anhelo, para que la República Dominicana siga el derrotero del progreso, y el impulso que garantiza la paz social.

La intención de Abinader contenida en su proyecto puesto a disposición de los legisladores no era para imponerlo. Y así se demostró, cuando la mayoría de que dispone entre los diputados, la puerta que utilizó para iniciar la discusión de la eventual nueva Ley, no supo qué hacer con ese paquetazo fiscal. Ni siquiera supieron qué hacer con el cúmulo de propuestas que recibieron los legisladores en su vista pública.

No supieron separar la paja del grano, teniendo ambas cosas en sus manos, lucieron estos legisladores nuestros, muy aturdidos. La gente lo empujó a que pensaran, pero en esas salas soberanas del Congreso Nacional, hay muy poca gente que piensa. No los pueden soltar en el pajar, cuando el grano es escaso.

La tal consulta sirvió para que Abinader, su partido PRM y el gobierno intentaran exhibir una muestra y una lección de democracia, cosa que hacía mucho tiempo no ocurría en los hechos.

Cuando el presidente Abinader miró en su derredor, se dio cuenta de que para las grandes cosas está sólo. No tiene legisladores, como aparenta ser. Y no tiene partido donde se le tenga pendiente a él. Y a su gobierno. Y tampoco la suerte futura de este menesteroso país. Si por la verdad murió Cristo, esa es la pura verdad.

Abinader está sólo en las fauces del dragón con su llamarada en la boca y la lengua.

La elección del gobernante fue también una señal de madurez de este país.

Abinader se está dando unos lujos que ya quisieran otros tener a su disposición. Modificar con la misma legitimidad la Constitución de la República, para sellarla con la voluntad confesa de que no quiere lo que muchos quisieran, cuando piensan y miran hacia sus antecedentes: ese hombre no va más. No vuelve, y no vuelve.

Y su grito de auxilio para el sacrificio que se necesita tiene que tragárselo. El presidente Abinader es un hombre solitario, en sus propósitos.

Se realizaron las vistas públicas, y además de las más de 10 horas en que fueron escuchados quienes asistieron a las mismas, otros cinco grupos depositaron sus rechazos a la propuesta de reforma conocida y en manos de los diputados.

Lo que se supo, como la prensa lo presentó así, fue que “todos los sectores que acudieron a la vista pública de esa Comisión de Hacienda de los Diputados rechazaron la reforma fiscal”.

La Comisión de Hacienda se comprometió a llevar al presidente Luis Abinader las propuestas de cambios y reclamos. Pero esa Comisión no tiene la capacidad de separar la paja del grano. No la tiene y ahí radica la causa de que Abinader hiciera lo que hizo. No hacer nada, porque ya él hizo su trabajo. Pero está solo. Sin legisladores útiles y sin un partido con la visión política y de futuro, suficiente.

Prácticamente la totalidad de los sectores empresariales del país confesaron que para poder subsistir requieren irremediablemente de exenciones, incentivos y subsidios estatales.

Y, uno que pensaba que teníamos un sector turístico maduro y robusto, y que los hoteleros ya no necesitaban exenciones a todo y por tiempo indefinido. ¿No decían que la industria era capaz y competitiva y que los industriales eran capaces de soportar la eliminación de un artículo de una ley, sin que se fuera de paro la competitividad y la inversión y la formalidad laboral?

Las zonas francas eran diversas y tecnificadas, pero se han declarado incapaces de pagar siquiera los impuestos mínimos sobre sus ganancias. Los sectores financieros rechazan que se graven las rentas que producen los ahorros ajenos puestos en sus manos.

Las dichosas bancas de apuestas no quieren tributar con los premios de las jugadas de números; y los constructores decretaron la muerte de las viviendas de bajo costo si se aplican impuestos a propiedades que cuestan el equivalente a casi doscientos mil dólares.

Los productores de ron, si les aumentan los gravámenes serán incontables los muertos por ingerir alcohol adulterado. Si aumentan las cargas a las cervezas las ventas «se irán al piso» y dejarán de invertirse miles de millones de pesos. Las empresas de courier quiebran si se gravan las compras por internet, y los cines y las películas desaparecen si las producciones locales no se subsidian con fondos públicos.

Hasta los youtubers o creadores de contenido se morirían de hambre y asfixiados, si los ponen a pagar impuestos. Y los cristianos reniegan del dicho bíblico de que a Dios hay que darle lo suyo. Pero también al César lo que es del César.

Todos estos sectores compuestos por los potentados, los únicos que pueden dar algo para su país, llenaron sus paños de lágrimas y lamentos.

Y así, no hay Patria, presidente Abinader. No siga tan solo, porque los engreídos de siempre, lo quieren confundir a Usted mismo, siendo un grano tan fuerte y robusto, con la paja inservible.

Se mantendrán los regímenes especiales para privilegiados que pagan cero centavos, aunque reporten ganancias de millones acumuladas con evasiones criminales y el trasiego de sus egoísmos.

Paciencia y buena voluntad, presidente Abinader. Y escoja de entre los buenos, a los mejores.

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