Por Juan Manuel García
Este es un conflicto terrible, afirma Marco Rubio, secretario de Estado de los Estados Unidos, en una declaración del 21 de febrero, de ahora, 2025, refiriéndose como si fuera una plegaria, a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para que ayude a conseguir el final de la guerra entre Ucrania y Rusia.

Periodista
Uno podría querer que el presidente norteamericano Donald Trump, con un decreto, ordenanza o deseo, desinflamado le pusiera fin a lo que se ha conocido en el mundo de la cinematografía con el título de “Ucrania en Llamas”. Y que ahí se acabe todo y termine ese conflicto de imbéciles soberbios.
Hace algún tiempo, por allá por el 2014, República Dominicana hizo incursión de opinión en las graves crisis mundiales actuales. Se definió por dos Estados, ante el horror de muerte, sangre, dolor y miseria desatado por los hijos de Sion, en Palestina, y por el tumulto irresponsable que ha vivido Ucrania, durante tres años.
En ocasiones se suele pasar por alto lo más importante. Pero si se atiende al contexto histórico, a los antecedentes, resulta más fácil, hacer una proyección de lo que sería más duradero.
El presidente Luis Abinader se fue a Lucerna, Suiza, y durante dos días, se presentó, en una reunión de 90 líderes, la que se denominó Cumbre sobre la paz en Ucrania, en busca discutir una forma de desbaratar esa odiosa guerra.
La guerra de Ucrania fue la motivación principal de aquel encuentro. Sólo que la guerra se está dando entre Ucrania (y sus múltiples soportes bélicos y financieros), y Rusia, presentada por el caduco, y ya ilegítimo presidente ucraniano Volodimir Zelenski como la victimaria.
Ocurre, sin embargo, que Rusia no participó de la discusión. La República Dominicana mantiene una larga historia de relaciones con Rusia, heredada de la dictadura de Rafael Trujillo. Ucrania es un país lejano, pero también ligado en sus relaciones con los dominicanos.
Cuando Adolfo Hitler con sus acciones metió a Alemania y al mundo en la Segunda Guerra Mundial, provocando la muerte a más de sesenta millones de personas, desde esta pequeña media isla, el tirano Rafael Trujillo se unió al movimiento generado en todo el mundo: declaró la guerra a la Alemania de Hitler. Cuentan que 112 dominicanos se unieron a las tropas norteamericanas que peleaban junto a los aliados contra Alemania. El país ya había acogido a más de cinco mil judíos que eran perseguidos por los alemanes del Hitler líder nazi.
Se cita este caso, porque la República Dominicana de hoy, gobernada por una democracia, vuelve a verse involucrada en los entretelones de una guerra entre países. Pero lo hace de una manera diferente, clamando en una especie de desierto en que está convertido el mundo, para que cese la guerra entre Ucrania y sus aliados, frente a Rusia.
El gobierno dominicano no sólo ha pedido que Estados Unidos y Rusia impidan la continuación de ese conflicto bélico, sino que el presidente Abinader se ha presentado en los foros precisos, para testimoniar su pedido. “El Gobierno dominicano hace un llamado a nuestros aliados y amigos de Europa y las Américas, sobre todo a Estados Unidos y Rusia, a bajar la tensión, a replegar de inmediato los activos militares en la zona en cuestión (Europa Oriental) y a buscar una salida pacífica a esta crisis, que respete la integridad territorial y la seguridad de todos los países, en especial de Ucrania”, se expresaba en un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores.
República Dominicana, en la actualidad quiere relievar su incursión en las graves crisis mundiales actuales.
Ya una vez se dijo que es muy cierto: Rusia y China acordaron acelerar juntas la transición sistémica global hacia la multipolaridad global. El sólo pensamiento de esta realidad que se sucede en hechos, aterroriza y saca de quicio a Occidente y a Estados Unidos con su Departamento de Estado, en Washington.
Rusia, ya nadie lo ignora se encuentra protagonizando ese enfrentamiento abiertamente.
China lo hace de igual modo, aunque por razones obvias, hace creer que no es así. Porque los chinos siguen empeñados en su propia entente.
Los chinos están empeñados en su alternativa financiera, económica, y en otras plataformas.
Rusia ha dejado en claro que su seguridad nacional es muy importante. Tal vez, lo prioritario. Ahí, tienen clara su línea roja. Tal vez, porque así se lo ordena la continuidad de la historia propia. Eso lo sabe más que nadie la OTAN, provocadora organización militarista y su huella está ahí: la guerra de Ucrania frente a Rusia.
Sin embargo, la búsqueda compartida de objetivos multipolares no representa una amenaza para otros Estados interesados en este futuro, sólo para los intereses de suma cero de los países occidentales. Podría parecer que es algo nuevo, cuando en realidad ese proceso está en marcha desde hace décadas.
De eso que estamos planteando, también se está hablando con insistencia de la trimultipolaridad: los mil millones de oro, la entente chino-rusa y el sur global. Aparte de Estados Unidos y Occidente, tiene, ya, que hablarse de India, junto a
China y Rusia. Todos se equilibrarían entre sí mediante un alineamiento múltiple dentro y entre sus respectivos niveles, lo que podría dar como resultado una estabilización de los asuntos globales mucho más de lo que lo hicieron los anteriores órdenes unipolares y multipolares.
Todo esto, ¿no se le parece a una nueva guerra global? ¿Una nueva guerra fría?
La Nueva Guerra Fría es el resultado de que los Mil Millones de Oro de Occidente, liderados por Estados Unidos, quisieran impedir que el Sur Global, liderado conjuntamente por los BRICS y la SCO (Organización de Cooperación de Shanghai), desarrollara modelos socioeconómicos y políticos alternativos, donde ya hace rato están China y Rusia, desde 2001, por lo económico y por su seguridad y defensa.
Uno quisiera que esa plegaria de paz ante la ONU, desplegada por el Departamento de Estado norteamericano, se despertara como un “morir vivir”, tome cuerpo convertida en un decreto de Donald Trump. Un decreto de los de ahora, en nombre de los más ricos del mundo, con los que Ucrania y sus sufrimientos, y los rusos mismos, junto a los magnates de esos dos países que sobreviven pululando en el mundo financiero de Wall Street.